Almería, 4-8 julio 2016
Almería
es roja, amarillenta y azul. Sobre todo, roja: tierra volcánica por todas
partes, restos de antiguas eras geológicas. Amarillenta por el mar de plástico
que todo lo riega. Ese pulmón agrario de Andalucía donde trabajan manos de
otros colores bajo un sol abrasador –“aquí no somos racistas”-. Azul del mar,
imponente pero no protagónico en una provincia en la que la tierra volcánica lo
cubre todo. La gente es más simpática que en Granada y menos chafardera que en
Cádiz o en Sevilla, con perdón. Making
friends. Almería reluce una belleza más pura y menos impostada: el postureo
es cosa de otras provincias de Andalucía. Y si no, pasen y vean el paisaje de hippies del Albayzín de Granada. Paisaje
del que yo, probablemente, sea un árbol más.
El
Cabo de Gata.
El
Cabo de Gata es uno de los lugares más hermosos que haya visitado jamás. Kilómetros
de arena oscura bordeada de montañas rojas hendidas por “ramblas” -antiguos
cauces de ríos-. Allá arriba, el atardecer más hermoso que haya visto jamás
corona un hermoso mar azul plagado de praderas de posidonia. Ver el atardecer
en el Cabo de Gata te hace comprender por qué los antiguos se inventaron a
dios. Esto sólo puede ser obra de un ser superior.
Níjar.

Comentarios
Publicar un comentario